Siglo de Hierro
El final de un Imperio

Oct
09
HISTORIA
Carlos II, el último Austria

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Carlos II, «el hechizado»

Carlos II es el fruto de siglo y medio de matrimonios entre parientes dentro de los Habsburgo. El emperador Carlos V, jefe de la casa, dividió la herencia entre su hermano Fernando, que recibió Austria y el Imperio, y su hijo Felipe, al que adjudicó España, las Indias, Italia y Flandes. Para mantener la unidad de la familia se pactaron matrimonios constantes entre sus miembros. Así fueron comunes entre Madrid y Viena los viajes de las infantas y archiduquesas. De estos matrimonios nacían niños enfermizos, pálidos y rubios que no se parecían en nada a los españoles.

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Mariana de Austria, de Velázquez

El príncipe Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV, falleció en 1646 y su padre, sin heredero varón, se casó con la prometida que se le había destinado: Mariana de Austria. De boda entre primos pasó a ser boda entre tío y sobrina. Mariana tuvo tres hijos varones, de los que dos murieron siendo niños y sólo el último llegó a la edad adulta. ¡Pero en qué estado!

Carlos, nacido en 1661, mostró la decadencia de la familia más poderosa del mundo. Aparte de su fealdad, padeció raquitismo, envejecimiento prematuro, debilidad mental y esterilidad. Un análisis genético hecho en 2009 mostró que el coeficiente de consanguinidad de Carlos era similar al de un hijo nacido de una relación incestuosa, como la de unos hermanos entre sí, una madre con su hijo o un padre con su hija.

Felipe IV murió en 1665, cuando Carlos tenía cuatro años. Todo su reinado, de 35 años, giró en torno a dos inquietudes: primero la muerte del monarca en su juventud y luego su impotencia.

El deseo de un heredero se convirtió entre los españoles en obsesión. Carlos no fue capaz de concebir hijos con sus dos esposas, María Luisa de Orleans, fallecida en 1689 de apendicitis, y Mariana de Neoburgo.

Con esta Parid, bella flor de lis,
en aflicción tan extraña,
si parís, parís a España,
si no parís, a París.copla que circuló por Madrid comprendemos el sentimiento:

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José Fernando de Baviera

A medida que quedaba claro que Carlos II iba a ser el último Austria, se formaron varios bandos en la corte sobre quién debería de heredar la corona. Según un testamento de Carlos, el príncipe niño José Fernando de Baviera fue heredero de la Monarquía Española desde 1696 hasta su inesperada muerte en 1699. Luego los candidatos fueron un Austria germano o un Borbón.

Sorprende que el elegido por Carlos y apoyado por la mayor parte de la corte fuera un descendiente de Luis XIV, porque el francés había sido el verdugo de España desde los años 40. El Rey Sol apoyó a los catalanes y portugueses separatistas, se apropió de la Cerdaña y el Rosellón, de numerosas plazas en Flandes y de Haití. Además, había firmado varios tratados con las demás potencias para repartirse España y su imperio a la muerte de Carlos.

Sin embargo, Francia, por su poder militar, podía garantizar la integridad de España. Por eso, Carlos II, al nombrar heredero suyo al duque de Anjou en 1700, le entregó todos los territorios de la corona.

Un reinado estrafalario y grotesco

En el reinado de Carlos II lo estrafalario y lo grotesco alcanzaron un grado desconocido desde el siglo XV. Se exorcizó al soberano; se alzó con el cargo de primer ministro Fernando de Valenzuela, el Duende de Palacio; y un bastardo de Felipe IV, Juan José de Austria, amenazó con el primer pronunciamiento de la historia española.

Pero también se efectuaron las primeras reformas de la Administración, precedentes de las aplicadas en el siglo XVIII por los Borbones. Éstas fueron posibles por la terminación de la guerra de Flandes, que había durado 80 años, y cierta paz exterior.

Se formó la Junta de Gobierno, por encima de los consejos, que fue un embrión de las secretarías de despacho. Y lo más destacable, se ejecutó una reforma fiscal a partir de los años 80. Sus principales autores fueron el conde de Oropesa y el duque de Medinaceli. Se devaluó la moneda, se eliminaron gastos innecesarios, se persiguieron el fraude y el contrabando, etcétera. Esto supuso la novedad de que España dejó de depender de los créditos de los banqueros, que abandonaron Madrid. Y por primera vez desde el reinado de Carlos V, los súbditos castellanos de la Monarquía pagaron menos impuestos.

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Ago
19

Historia
El legado de Felipe IV

  • El comienzo del reinado fue muy esperanzador.
  • El año 1625 fue el Annus mirabilis, pero a partir de entonces todo fueron desastres

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El Conde-Duque de Olivares, de Velázquez

En la corte de Madrid, a un valido le sustituyó otro valido. Cuando en 1621 Felipe III estaba de cuerpo presente, el conde de Olivares, Gaspar de Guzmán, le espetó al duque de Uceda, hijo del duque de Lerma:

-Ahora todo es mío
¿Todo?
-Sí, todo sin faltar nada

En el apogeo de su poder, Lerma había sostenido al príncipe en la pila bautismal en 1605. Pero uno de los gentilhombres que Lerma había nombrado para la casa del príncipe, el conde de Olivares, le sustituyó en la confianza del joven Austria.

Guzmán militaba en el partido que pretendía mantener el imperio por la fuerza de las armas. A diferencia de Lerma, no le impulsaba el dinero, sino «la pasión de mandar», como escribió Gregorio Marañón, y la gloria de la Monarquía. Para comprender el ambiente de unión entre religión y política, así como de devoción, en que se movía la corte española, basten unas palabras de Olivares de 1628:
«La salvación es todo lo que cuenta y todo lo demás es vanidad y locura»
El comienzo del reinado fue muy esperanzador. Felipe IV, con 16 años, castigó a varios de los miembros de la camarilla de Lerma y su hijo. Y en 1625 se produjo una serie de victorias militares en Breda, Brasil, el mar del Norte y Génova, que hizo llamarlo Annus mirabilis. Ese mismo año, Felipe nombró a Olivares duque.

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La rendición de Breda, por Diego Velázquez
Sin embargo, a partir de entonces todo fueron desastres. La alta nobleza se opuso a un impuesto sobre su patrimonio y la hacienda agravó su déficit. El plan del valido de fundar la Unión de Armas, que implicase a todos los reinos de la Península Ibérica en el sostén del imperio, fracasó. España participó en la guerra de los Treinta Años y acabó enfrentada a la Francia de Richelieu. En 1640, se sublevaron sectores portugueses y catalanes, ambos con ayuda francesa. Por fin, Felipe despidió a Olivares en 1643 y pasó a gobernar por sí mismo.

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Mariana de Austria, por Velázquez
Aunque en esa década concluyo la guerra los Treinta Años (1648), prosiguieron las que la Monarquía libraba en Portugal, en Cataluña y en Flandes contra Francia. Además, fallecieron la esposa de Felipe, Isabel de Borbón, y el príncipe de Asturias, Baltasar Carlos. El soberano se casó con la prometida de su hijo, Mariana de Austria, que era su propia sobrina. De este matrimonio, nació Carlos II en 1661.

En 1655, los ingleses de Cromwell se aliaron a Luis XIV para atacar a España. Planearon tomar Gibraltar y se apoderaron de Jamaica.

Al morir en 1665, después de 44 años de reinado, la herencia que dejó Felipe IV era penosa.

  • Reconoció la independencia de Holanda y fue vencido por los portugueses. Al menos Ceuta permaneció en España.
  • Perdió la supremacía militar y naval, y la base de Dunkerque.
  • Dio a su hija en matrimonio a Luis XIV, lo que acabaría llevando al trono español a los Borbones.
  • España se empobreció. Y disminuyó la población por las malas cosechas y las enfermedades causadas por la pequeña Edad de Hielo que atravesó el siglo XVII.
  • Como escarmiento de los fracasos de Olivares, en su testamento aconsejó a su hijo que no alterase los fueros ni privilegios de sus reinos.

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Felipe IV en Fraga, por Velázquez | Colección Frick

  • Al menos Felipe dejó la pinacoteca para formar el Prado. Cuando ascendió al trono, era joven, le gustaban el teatro y la música. Todavía podía ser educado. Y es lo que hizo Olivares, por otra parte gran bibliófilo. Le insistió que leyese libros y aprendiese latín. Cuando en 1623 llegó a Madrid el príncipe de Gales, Carlos de Estuardo, cinco años mayor que él, le deslumbró por su cultura.Olivares le convenció para que levantase el Casón del Buen Retiro, un palacio dedicado a las artes, como prueba de su poder y su mecenazgo. También concluyó el panteón del Escorial.Felipe amparó a más de 200 escritores, músicos y pintores. Y además se convirtió en el mayor coleccionista de pintura de su época. Cuando Carlos de Estuardo, Carlos II, fue vencido por los republicanos y decapitado, éstos vendieron su colección de arte y Felipe compró gran parte de ella. Su pintor predilecto fue el gran Velázquez, al que cubrió de honores, y su dramaturgo oficial fue Calderón de la Barca. Al morir, en su colección había en torno a 3.000 cuadros.…..oOo….
Oct
03

Historia de la Corona

Cuando se extinguió la Dinastía de la Monarquía  (1516-1700) más vasta del planeta

  • Hoy hace 315 años el Rey Carlos II firmó su testamento en el lecho de muerte
  • y nombró Heredero al nieto de su hermana, Felipe V, el primer Borbón

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ABC. Felipe V, por Louis-Michel van Loo

ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS / MADRID
Día 03/10/2015 – 03.23h
Lo peor que le puede pasar a un Rey no es morir; es morir sin dejar Heredero, porque el objetivo de toda Dinastía es perpetuarse. Sólo un Monarca español ha pasado por tan doloroso trance: Carlos II, que murió a los 38 años sin descendencia tras una desdichada vida.

A medida que la vida de Carlos II languidecía, arreciaba el acecho de las Casas Reales europeas, que aspiraban a repartirse en pedazos las posesiones de la Monarquía más extensa del planeta. Emparentadas durante siglos entre ellas, eran varios los aspirantes que descendían de Reyes españoles y tenían derecho a la Sucesión.

El Rey optó por nombrar Heredero a su sobrino-nieto, el Príncipe José Fernando de Baviera, pero cuando el problema parecía resuelto, el niño murió a los siete años de edad. Urgía buscar un nuevo sucesor, o las potencias europeas podrían desguazar España. Francia defendía a Felipe de Anjou, y Austria al Archiduque Carlos, hijo del Emperador Leopoldo I.

A pesar de las presiones, Carlos II se negaba a nombrar Heredero a su sobrino-nieto Felipe de Anjou, que era nieto de Luis XIV y de su hermana, la Infanta María Teresa. Pero un día como hoy, el 3 de octubre de 1700, en su lecho de muerte, el Rey cedió a las presiones y acabó firmando el testamento en el que declaraba Heredero a Felipe de Anjou, que reinaría como Felipe V y sería el primer Monarca de España de la dinastía Borbón. Con esa firma, quedó extinguida la Dinastía de los Austrias, que había reinado en España desde 1516, cuando llegó Carlos I, hijo de Juana la Loca.

Antes de abandonar Versalles, el Rey de Francia dirigió unas palabras a su nieto Felipe como nuevo Rey de España. Le habló del pueblo español y le dijo: «Os encargo que lo améis».

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Mar
03

España / Historia

La tragedia de los Austrias españoles: la dinastía que fue destruida por la endogamia

  • Algunos de sus miembros alcanzaron coeficientes de consanguineidad cercanos a los habituales en uniones entre dos hermanos o entre un padre y una hija.

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ABC.- Retrato de Carlos II «el Hechizado»
César Cervera / Madrid…..Día 03/03/2015 -04.56h
«Hagan otros la guerra; tú feliz Austria, cásate; porque los reinos de Marte da a los otros, a ti te los concede Venus», rezaba la traducción de unos versos latinos del siglo XVI. La dinastía Habsburgo llevó a su máxima expresión la habitual práctica entre reyes de casarse con parientes con fines políticos. Las consecuencias médicas de esta política, que también las tuvo militares al trazar una inverosímil red de alianzas, fue el deterioro de la salud y fertilidad de los miembros de la familia, hasta el punto de que Carlos II, con un coeficiente de consanguinidad del 0,254 (la misma cifra presente en los matrimonios entre padres e hijas o entre hermanos), fue incapaz de dar un heredero a la rama española de esta casa real que gobernó casi dos siglos en nuestro país. Su herencia genética concentraba los genes recesivos de cuatro generaciones de escarceos con el incesto.

Carlos II «el Hechizado», el triste final

A estas alturas, la decisión de casarse entre parientes obedecía al interés por mantener unidas las dos ramas de la familia, la española y la centroeuropea, que, separados por la distancia y los distintos contextos políticos, mantenían pocos lazos más allá de la sangre. Con esta finalidad lo hizo Felipe IV cuando se casó en segundas nupcias con su prima Mariana de Austria. Finalmente, el único hijo varón que sobrevivió a Felipe IV, Carlos II «el Hechizado», era la consecuencia de cuatro generaciones de escarceos de la Casa Habsburgo con la endogamia.

Con una cifra récord de 0,254 en su coeficiente, Carlos II era portador de numerosos genes recesivos, entre ellos el síndrome de Klinefelter, que provocaron su incapacidad para dar un heredero al reino y para gobernar. «Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia», con estas palabras describía el embajador del Papa en Madrid a Carlos II «el Hechizado» a los 20 años, una muestra de lo fácil que podía resultar para sus más cercanos manipular al Monarca. Su muerte sin dejar heredero y su decisión de entregar la corona al futuro Felipe V, el primer Borbón, marcan el final de la dinastía de los Austrias como Reyes de España.

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Ene
21

España / Enigma histórico

La posible falsificación del testamento de Carlos «el Hechizado» que cambiaría la historia

  • «Secretum» (Salamanca, 2006), novela de los escritores italianos, Rita Monaldi y Francesco Sorti.

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ABC.- Retrato de Carlos II «el Hechizado», el último Habsburgo que reinó en España

César Cervera / Madrid…………….Día 21/01/2015 -09.20h

Los meses finales del reinado de Carlos II, cuando ya era evidente que el Monarca era estéril y nunca daría un heredero, convirtieron la corte madrileña en un nido de conspiraciones y juegos de espías con el propósito de influir en la confusa sucesión que estaba próxima a desencadenarse. Aunque el Rey –conocido en la historiografía como «el Hechizado»– era miembro de la Casa de los Habsburgo, la creciente influencia francesa en los asuntos españoles y el omnipresente poder de Luis XIV, «el Rey Sol», forzaron que en el testamento final se nombrara al futuro Felipe V de Borbón como heredero del decadente Imperio español. Una decisión difícil de entender, que respondía a las intrigas y presiones que se vivieron esos días en la Corte. No en vano, un estudio grafológico de la firma del Monarca puso en duda hace varios años la validez de este testamento que marcó por completo la historia de España. Nada, sin embargo, que otras pruebas documentales hayan podido corroborar.

Pero si hay un culpable de que no quedara clara la decisión sucesoria ese es el propio Carlos II, a quien sus numerosas enfermedades y escasa inteligencia le convirtieron en un pelele en manos de sus familiares y consejeros más próximos. Hijo de Felipe IV y de una prima hermana de este, Mariana de Austria, Carlos II era la consecuencia de cuatro generaciones de escarceos de la Casa Habsburgo con la endogamia. Según estudios recientes (Álvarez G, Ceballos FC, Quinteiro C, «The Role of Inbreeding in the Extinction of a European Royal Dynasty»), el único hijo legítimo de Felipe IV que llegó a la edad adulta tenía el mayor coeficiente de endogamia de la dinastía, un 0,254 (la misma cifra presente en los matrimonios entre padres e hijas o entre hermanos). Esto le convirtió en portador de numerosos genes recesivos que, entre ellos el síndrome de Klinefelter, provocaron su incapacidad para dar un heredero al reino.

«Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia», con estas palabras describía el embajador del Papa en Madrid a Carlos II «el Hechizado» a los 20 años, una muestra de lo fácil que podía resultar para sus más cercanos manipular al Monarca. Así, a la muerte de Felipe IV y hasta que el joven Carlos alcanzó la mayoría de edad, la Reina madre, Mariana de Austria, ocupó la regencia asistida íntimamente por su fiel confesor, el padre jesuita Juan Everardo Nithard, que la había acompañado en 1649 a Madrid desde la corte de Viena. El padre Nithard llegó a copar puestos de gran relevancia en la monarquía, actuando como un verdadero valido, pero sin ejercer como tal. Y posteriormente, sería Juan José de Austria, hermano bastardo del Rey, quien asumió el poder tras un enfrentamiento con otro de los hombres de la Reina madre, Fernando de Valenzuela.

Incapacitado para reinar

Mientras otros se peleaban por reinar en su nombre, «el Hechizado» fue educado de forma descuidada, puesto que su mala salud hacía presagiar que moriría joven, y nadie le preparó adecuadamente para las tareas de gobierno. El mismo año que Juan José de Austria se convirtió en valido, el Rey, de 18 años de edad, se casó con María Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV de Francia. Sin atracción entre ellos, con el paso de los años María Luisa llegó a sentir afecto fraternal hacia su marido. Por eso, a su muerte en 1689, la salud del Rey quedó aún más quebrada a causa de las depresiones.

La muerte de su esposa se sumó a la de su hermanastro, Juan José de Austria, que había fallecido repentinamente en 1679. El duque de Medinaceli (1680-1685) y posteriormente el conde de Oropesa (1685-1691) ocuparon su puesto sin conseguir enderezar la crisis interna que vivía el imperio. Aún así, en opinión de distintos historiadores económicos, las medidas aplicadas durante el gobierno del conde de Oropesa, aunque no funcionaron a corto plazo, sentaron las bases de la recuperación económica de las reformas borbónicas.

En los últimos años de su reinado, el Rey decidió gobernar personalmente, pero a causa de su incapacidad creciente entregó el poder real a su segunda esposa, la Reina Mariana de Neoburgo, que tampoco fue capaz de darle un descendiente. Durante su matrimonio, Mariana fingió once embarazos y, al no lograr tener descendencia, conspiró, ayudada por su camarera mayor, la baronesa de Berlips para influir sobre la decisión del sucesor al trono. En las disputas, Mariana siempre apoyó las pretensiones de su sobrino, el archiduque Carlos de Habsburgo, hijo de su hermana mayor, Leonor de Neoburgo, y del Emperador Leopoldo I. Por su parte, la Reina madre Mariana de Austria intentó contrarrestar las intrigas «alemanas», que encabezaba su nuera, apoyando al candidato José Fernando de Baviera. La causa bávara, liderada por la reina madre, encontró numerosos adeptos entre los nobles castellanos descontentos con la camarilla alemana que rodeaba a Mariana de Neoburgo.

A vueltas con el testamento

Originalmente, fue el sobrino nieto del Rey Carlos II de España, José Fernando de Baviera quien se impuso al resto de opciones y fue nombrado heredero de todos los reinos, estados y señoríos de la Monarquía Hispánica, salvo Guipúzcoa, Nápoles y Milán, en 1696. Sin embargo, las aspiraciones bávaras se vieron frustradas con la repentina muerte de Fernando en 1699 a la edad de 7 años. Su fallecimiento estuvo envuelto, no en vano, en extrañas circunstancias. Sin explicación aparente, comenzaron a surgir en el pequeño ataques de epilepsia, vómitos y pérdidas prolongadas de conocimiento. Con su muerte aparecieron rumores de envenenamiento, aunque nunca se ha podido confirmar nada.

En los despachos de media Europa, la sucesión del enfermizo Carlos II se convirtió en un tema prioritario. Así, el Monarca más poderoso de su tiempo, Luis XIV de Francia, coció a fuego lento un plan para situar a su nieto Felipe de Anjou, hijo de Luis, el Delfín de Francia, como Rey del país que había sido el gran enemigo galo en los siglos XVI y XVII. Tras la repentina muerte del heredero pactado por las potencias europeas, el Rey Carlos II hizo un nuevo testamento el 3 de octubre de 1700 en favor de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y de su hermana, la infanta María Teresa de Austria (1638–1683), la mayor de las hijas de Felipe IV. Pero, ¿quién empujó realmente al Rey a dejar la corona en manos del némesis del Imperio español?

Las condiciones del Tratado de Ryswick, firmadoen 1697 entre las grandes potencias europeas, dejó en evidencia la total postración de la Monarquía Hispánica ante la Francia de Luis XIV. Si «el Rey Sol» había accedido a que el candidato bávaro se hiciera con la corona fue por las duras condiciones planteadas por él: Guipúzcoa y Nápoles pasarían a manos francesas y el Ducado de Milán a la Casa de Habsburgo.

Además de las presiones del arzobispo de Toledo –el cardenal Luis Fernández de Portocarrero– y de la preeminencia francesa, que ahora ofrecía la única posibilidad de mantener compacta la Monarquía, Carlos II tomó su decisión argumentando que Luis XIV era el legítimo heredero de la Corona española a través de su madre Ana de Austria, hermana mayor de Carlos II. Y, aunque el Tratado de los Pirineos en 1659 precisaba que el Rey francés renunciaba al trono de España, se puede afirmar que el incumplimiento de importantes cláusulas por parte de la Monarquía hispánica invalidaba, a su vez, las restricciones sobre los derechos dinásticos.

Así y todo, Carlos II recurrió al propia Papa sobre cómo debía obrar de forma correcta, quizás desconfiando de los consejos de sus más cercanos, y vio como las veladas amenazas de Luis XIV elevaron el tono hasta sonar casi a exigencias. La firma del mencionado testamento a favor de Felipe de Anjou llegó, precisamente, en este contexto de intrigas y presiones. «La firma del testamento tiene un trazo ágil y decidido, raro en alguien que está en el lecho de muerte», concluyeron en 2006 dos grafólogos italianos tras estudiar la copia del testamento de Carlos II. El informe puso en duda la autenticidad de su firma y sirvió a los escritores italianos, Rita Monaldi y Francesco Sorti, para estructurar la trama de su novela «Secretum» (Salamanca, 2006). No en vano, más allá del estudio grafológico, la autenticidad del documento, que de ser falso sería responsable de modificar por completo la historia de Europa, no ha podido ser demostrada por otros métodos, y, salvo las dudas que consumieron al Rey hasta su último día, parece más que probable que la opción francesa era su elección final.

Un mes después de su segundo testamento, el 1 de noviembre de 1700, Carlos II –el último de los Habsburgo españoles– falleció a los 38 años. Según el médico forense, el cadáver de Carlos «no tenía ni una sola gota de sangre, el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenados, tenía un solo testículo negro como el carbón y la cabeza llena de agua». A continuación, el 22 de enero de 1701, el futuro Felipe V llegó a Madrid con la intención de ser nombrado Rey. No obstante, el testamento solo marcó el principio de su verdadero ascenso al trono: la Guerra de Sucesión.

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Nov
11
estudio

Hechizos y conjuros en la corte del último Austria

Juan Tomás de Rocaberti, arzobispo de Valencia entre 1677 y 1699, jugó un papel fundamental en la corte en los años previos a la Guerra de Sucesión, de consecuencias trágicas para los valencianos. Un estudio -recientemente publicado- de Emilio Callado pone de relieve, entre otras cosas, cómo el dominico, por su cargo de Inquisidor General, ideó un rocambolesco método para desvelar el origen de los «hechizos» que maltrataban a Carlos II, el último rey de los Austria.

El hechizado. Carlos II, el último rey de la dinastía de los Austria.

Alfons Garcia, Valencia
Carlos II murió en 1700 con el sobrenombre, que pasaría a la historia, de El Hechizado. Fue el último rey de España de la dinastía de los Austria. Su muerte sin descendencia daría pie a la Guerra de Sucesión, de dramáticas consecuencias en tierras valencianas (la batalla de Almansa, el decreto de Nueva Planta y la pérdida de los fuerosÉ) Su apelativo no era casual: de naturaleza enfermiza, estéril y con una estampa poco agraciada, los rumores de que era víctima de un hechizo maligno prendieron pronto entre el vulgo. Él mismo no estuvo ajeno a estas leyendas. Un papel importante en este periodo final de los Austria en España lo jugó el entonces arzobispo de Valencia, Juan Tomás de Rocaberti, quien en 1695 recibió el encargo de ser el Inquisidor general del reino. Curiosidades del destino: 300 años después, otro jefe de la diócesis valentina, Agustín García-Gasco, es el heredero del gobierno del Santo Oficio como presidente de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal.
Un estudio del valenciano Emilio Callado publicado recientemente (Por Dios y por el rey, Institució Alfons el Magnànim) repasa la trayectoria de Rocaberti (Peralada, 1627 – Madrid, 1699) y subraya su actuación en la corte de Carlos II.
Este pidió al inquisidor en secreto en enero de 1698 que averiguase que había de cierto en aquellos comentarios sobre el posible conjuro que maltrataba su existencia. La junta suprema del Santo Oficio determinó que era muy dificultoso «entrar en semejante laberinto», pero Rocaberti no estaba dispuesto a olvidar el encargo y unos meses después, con la ayuda del nuevo confesor del rey, Froilán Díaz, emprendió una extravagante aventura para desvelar el origen de los males del monarca.
Exorcismo a distancia
Conocedor de que un compañero de la orden dominica (fray Antonio Álvarez Argüelles) practicaba exorcismos a unas monjas de Cangas de Tineo (Asturias), le pidió que a través de ellas interrogara al diablo sobre la posesión de Carlos II. A partir de entonces se inicia una curiosa correspondencia -perdida en gran parte- en la que Rocaberti y Díaz piden detalles a Argüelles sobre la versión del íncubo.
Este, según las cartas del fraile, confesó lo que era vox populi: que el rey había sido hechizado en 1675, a los 14 años, por su madre con una pócima hecha de vísceras de un cadáver. El fin sería dejarlo impotente e incapaz para mantener ella el poder.
Como el inquisidor valenciano contestó, algo escéptico, que «creer que esto [la enfermedad del rey] puede proceder del suceso del año 75 se hace inverosímil», el fraile agregó una nueva aportación obtenida desde las tinieblas: Carlos II había vuelto a ser embrujado en 1694 por una hechicera que se llamaba María y vivía en la calle Mayor. «Buscar en la calle Mayor a una muger llamada María, es lo mismo que buscar un alfiler en un pajar», replicó Rocaberti.
Al final, tras un año de contradicciones y rigores y ungüentos aplicados al monarca según la prescripción del demonio asturiano, el inquisidor optó por pedir disculpas al rey. Tampoco quiso involucrarse en las conjeturas de un nuevo exorcista llegado de Viena.
Pero para entonces, subraya Emilio Callado, el asunto de los hechizos era ya un secreto a voces en las cortes de media Europa, que intentaron sacar tajada de la debilidad física y mental del monarca. La muerte de Rocaberti en 1699 -con dudas sobre si fue envenenado- lo retiró de aquella tormenta política desatada por la trama en la que él fue protagonista. El investigador plantea si el arzobispo no intentó también jugar sus cartas en aquel turbio escenario.

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Nov
10

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Ene
10
Coalición contra Luis XIV
El emperador no aceptó el testamento y comenzó la guerra. Pero no fueron al principio sus aliados más que los príncipes alemanes. Por el contrario, Luis XIV no estaba ya solo. Tenía por aliados, no solamente al nuevo rey de España, sino en Italia al duque de Saboya y en Alemania al duque de Baviera y al arzobispo de Colonia. En vez de tener que hacer la guerra en las fronteras de Francia, envió sus ejércitos a los Países Bajos, al Norte de Bélgica, —a Alemania, al Rin y al Danubio—, a Italia hasta la frontera oriental del Milanesado.

Guillermo de Orange habría querido contener a Luis XIV, pero no tenía medios para ello. Ni el Parlamento de Inglaterra, ni los holandeses querían darle dinero para la lucha.

Fué Luis XIV el que por sus actos llevó a los holandeses y a los ingleses a declararse contra él.

1.° Se condujo como si fuera soberano de España. Su nieto, nombrado rey, no hacía nada sin consultarle, y ordenaba a los gobernadores que como a él mismo obedecieran al rey de Francia. Se pidió a Luis XIV que declarase que las dos monarquías no se reunirían jamás. Se negó e hizo registrar al Parlamento de París cartas que conservaban al duque de Anjou sus derechos al reino de Francia.

2.° Los holandeses habían recibido de España el derecho de poner guarniciones en ciertas plazas fuertes de Bélgica, llamadas las ciudades de la barrera, para defenderlas contra los franceses. Luis XIV hizo que una noche entrasen tropas francesas en dichas ciudades, tropas que hicieron prisioneros a los soldados de Holanda y ocuparon su puesto.

3.° Habiendo muerto Jacobo II en Francia, en Saint-Germain, Luis XIV fué a visitar a su hijo y le reconoció rey de Inglaterra, en contra del tratado de Ryswick.

Ingleses y holandeses se decidieron al fin a entrar en una coalición contra Luis XIV. Se concertó en la Haya entre Inglaterra, Holanda, el emperador y sus aliados.

Guillermo murió pronto (marzo de 1702), pero su cuñada Ana, que le sucedió, fué dirigida por el general inglés, el duque de Marlborough, que quería la guerra.

Ene
10
Sucesión de España
El rey de España Carlos II, cuya muerte se esperaba desde hacía treinta años, iba a morir por fin. Su herencia comprendía España y las colonias españolas (es decir, Méjico y toda la América del Sur, excepto el Brasil), los Países Bajos españoles, en Italia el reino de Nápoles, Sicilia, Cerdeña y el Milanesado. La herencia enorme era disputada entre el rey de Francia y el emperador, que ambos la reclamaban en nombre de sus esposas.

Los nobles españoles querían que toda la monarquía pasase a un mismo heredero, para que España conservase las posesiones, a las cuales eran enviados en calidad de gobernadores. Decidieron a Carlos II a hacer un testamento en el que legaba todos sus Estados al Elector de Baviera, todavía niño, hijo de una hija del emperador.

Luis XIV, viendo que no tenía ninguna probabilidad de heredar, se resignó a compartir la herencia. Hizo un tratado secreto con Inglaterra y Holanda para distribuir la herencia entre el Elector de Baviera, el emperador y el rey de Francia (1698).

Pero el príncipe de Baviera murió (1699) y Carlos II pareció dispuesto a dejar por sucesor al segundo hijo del emperador. Luis XIV hizo entonces con Guillermo de Orange un segundo tratado (1700) que habría dado a Francia las posesiones de Italia y las provincias españolas de los Pirineos.

Carlos II se indignó de que se repartiese su herencia sin contar con él, y la ofreció entera al emperador, a la par que le pedía dinero; pero Leopoldo no acertó a decidirse. Los señores españoles, descontentos de los austriacos, resolvieron a Carlos II, para impedir la desmembración de sus Estados, a hacer un testamento que daba toda la herencia a un nieto de Luis XIV, el duque de Anjou, a condición de que dichos Estados no se reunirían jamás a Francia. Pocas semanas más tarde, Carlos murió (1700). La sucesión de España, que desde hacía treinta años parecía haber de corresponder a la casa de Austria, era, en el último instante, legada a la casa de Francia.

Luis XIV reunió en Consejo secreto a su hijo y a tres de sus principales ministros. Tenía que elegir entre dos políticas. —Si se atenía al tratado de reparto, daba a Francia un aumento de territorio y le aseguraba la paz de que tenía necesidad, y éste era el interés de Francia.- Si aceptaba el testamento, aseguraba a su nieto una herencia magnífica, pero comprometía a Francia en una guerra sin provecho directo, porque de la sucesión no era nada para ella. Solamente, un príncipe de la familia de los Borbones iba a fundar una nueva dinastía en España. Luis XIV se decidió por la política de familia: aceptó el testamento y reconoció al duque de Anjou rey de España. Contaba con guiarle y gobernar a la vez las dos monarquías.

Ene
10
Paz de Ryswick

A pesar de sus victorias, Luis XIV no deseaba continuar la guerra. Louvois había muerto y Francia no tenía dinero. El ejército francés se había apoderado de tantas fortalezas que una tercera parte de los soldados estaba inmovilizada en las guarniciones.

Luis XIV se resolvió a pedir la paz, primeramente al duque de Saboya, cuyos Estados ocupaba. Le devolvió todo lo que había tomado y aun añadió Piguerol, la última plaza que Francia había conservado en Italia, e hizo el casamiento de la hija del duque con su nieto (1696). Ofreció luego a Inglaterra abandonar a Jacobo II, al cual había sostenido hasta entonces.

Se reunió un Congreso en Holanda, en el castillo de Ryswick, cerca de La Haya, y se hizo la paz. Luis XIV trató como si le hubieran vencido. Devolvió todos los territorios que había ocupado desde la paz de Nimega, excepto Estrasburgo, y reconoció a Guillermo rey de Inglaterra (1697). Por vez primera la coalición le obligaba a retroceder.